CAPÍTULO 4: LA CLASE SE VA DE EXCURSIÓN (PARTE 1)
Las 14:08 h y los niños y las niñas de 3ºA seguían sin
bajar. Una vez más, un día más. Los padres y las madres comenzaban a
desesperarse y el maestro volvía a jugarse el pellejo. Mientras tanto, en la
clase las paredes retumbaban. Marco, era el que iniciaba aquel cántico que un
día inventó el maestro y que se le estaba volviendo en contra.
-¡Los niños de mi clase son los más pesados, son los más
pesados, son los más pesados!- cantaban todos.
-¡Todos juntos!- volvía a indicar Marco.
- ¡Los niños de mi clase son los más pesados, son los más
pesados!- seguían cantando todos.
Bueno, todos no. Pedro seguía poniéndose nervioso y se
impacientaba. Pasaban los minutos, la puerta no se abría, y decenas de niños lo
esperaban en el patio del recreo para echar el partido de todos los días.
Era mediados de febrero y el maestro Vicente preparaba una
excursión para el segundo ciclo. En un par de días, todo quedó organizado.
Tercero y cuarto se iría de excursión a una granja escuela el 18 de febrero. Al
confirmarse la noticia, la ilusión les invadía a todos.
Llegó el ansiado martes 18 de febrero. El día comenzó con
una mala noticia. Pablo estaba enfermo y no podía asistir a la excursión. A él
le gustaba mucho el colegio y no podía impedir que ninguna enfermedad lo
alejara mucho tiempo de sus amigos. Por eso, sacó todas sus fuerzas y supo
reponerse como un campeón. En un par de días estaba de nuevo en la escuela.
Tras hacer el recuento oportuno, el alumnado de tercero y
cuarto se iba de excursión. Iban dos autobuses; uno con las dos clases de
tercero y otro con las dos clases de cuarto. Los autobuses salieron de la
estación de trenes de Utrera y antes de llegar a la primera rotonda se escuchó
la famosa pregunta; “Maestro, ¿cuánto queda?”. Los maestros comenzaron a respirar,
a contar hasta diez y a seguir hacia adelante. Quedaba un duro camino por
recorrer.
Los cánticos se sucedieron durante todo el camino. Primero,
el famoso robo de los veinte euros al profesor. Luego, el bote de colacao. Y
por último, tras pasar por la ciudad deportiva del Sevilla, el desmadre total.
Himnos del Betis y del Sevilla de un lado y de otro. Los cristales del autobús
parecían romperse de los zumbidos hasta que se escuchó el grito de Elena:
-¡El Lagoohhhh!- gritó.
- ¡Oooohhhhh!- replicaron todos con admiración.
Parecía que con el asombro de haber visto aquel majestuoso e
importante monumento, la tranquilidad llegaría al autobús. ¡JA! Era solo un
pequeño descanso. Llegó el puente del V Centenario y, con él, el campo del
Betis. Volvían los cánticos. Volvían los himnos. Volvía el “Maestro, ¿cuánto queda?”. Iban veinte
minutos de excursión y el chófer ya iba por su tercer paracetamol.
Por fin llegaron a la granja escuela. Al bajarse del
autobús, las monitoras les dieron la bienvenida y les recibieron con los brazos
abiertos. Una vez presentada la granja escuela, hicieron varios grupos con el
alumnado que iba, puesto que se separarían para realizar los distintos
talleres. No sabían lo que les esperaba...
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